Huachipato, el gigante productor de acero nacional, atraviesa una crisis financiera que mantiene a la compañía al borde del precipicio, debido a que las pérdidas acumuladas son equivalentes al valor en la Bolsa de Comercio de su empresa matriz, la CAP.
La caída de la acerera conlleva la pérdida de 20 mil puestos de trabajo.
¿Qué tiene en común el drama de Huachipato con la crisis de la agricultura tradicional? La respuesta es simple: distorsiones de mercado afectan a ambas industrias y un mercado distorsionado no es viable, termina pulverizando a los productores y aumenta los precios a los consumidores.
Ciertamente, ambas crisis son estructuralmente muy diferentes.
En términos sociales, la caída de la agricultura implica la pérdida de miles de puestos de trabajo directo e indirecto, afecta a diferentes regiones, impacta en la seguridad alimentaria de la población y aumenta la dependencia de la importación de comida.
Su impacto es muy superior al de la crisis de Huachipato -siendo esta extremadamente potente-, pero hasta ahora es invisible para las autoridades, para los gremios del agro (que inexplicablemente han demostrado ser meros espectadores indolentes ante el sufrimiento de sus asociados) y para los consumidores, que sólo se quejan de los precios en los supermercados.
El caso Huachipato, al visibilizarse, debería ser una luz de esperanza para la agricultura tradicional y un ejemplo de que hay que hacerse cargo de los problemas antes de que las industrias colapsen.
Que intervenga la comisión antidistorsiones es una muestra de que existe una institucionalidad que, con voluntad política, puede ayudar a los sectores de la economía en problemas, pese a los embates de las transnacionales y de los poderes fácticos que siempre están atentos para operar en favor de sus intereses.
En este contexto, el llamado a las autoridades, principalmente al ministerio de Agricultura, es a dejar de mirarse el ombligo, dejar de ser autocomplacientes y esforzarse un poco, sólo un poco, y preocuparse del agro. A diferencia de Huachipato, la agricultura produce comida y la comida se come. El fierro no.