Hace más de una década, Marlene González, profesora y orientadora familiar de profesión, junto a su esposo y sus cinco hijos, tomaron la decisión de mudarse desde la zona urbana de la ciudad de Curicó a una zona rural y retirada de la comuna llamada “Isla Marchant”. Por ese entonces, ella nunca imaginó que encontraría ahí el emprendimiento que cambiaría su vida y la de su familia.
Todo comenzó cuando surgió la inquietud de producir su propia miel, lo que pronto los llevó a tomar la decisión de construir un pequeño cuarto, que con el paso de los años fue creciendo y se fue sofisticando, hasta llegar a ser una moderna sala de procesos. “De a poco me fui interiorizando de manera autodidacta y buscando ayuda en empresarios ya establecidos de la zona, hasta el punto de convencerme que yo también podía llegar a ser empresaria”, explica Marlene.
Su primer paso, fue pedir ayuda en el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), asistiendo a cursos y capacitaciones relacionadas al área de la producción. Con el pasar del tiempo, esta emprendedora logró incrementar su producción, para así desarrollar una gama de más de veinte productos asociados a la miel, que van desde productos de belleza – como aceites corporales, y productos capilares – hasta comestibles, como chocolate gourmet.
El camino del emprendimiento
“Yo estaba muy complicada, porque tenía bastantes productos y no sabía cuánto cobrar”, asegura Marlene. Con esta inquietud se acercó al Centro de Desarrollo de Negocios de Curicó, donde fue derivada a CETLOG, por lo que una semana después comenzó a trabajar con la Ingeniera Extensionista del Nodo Maule del centro, Myriam Gaete.
“En el CET hicimos un trabajo de análisis y costeo de productos, en donde consideramos cada uno de los costos de producción”, explica la ingeniera, quien también es egresada de la UTalca. El objetivo fue calcular de manera exacta cuál era el costo de la fabricación de cada uno de los productos, para de este modo, determinar el margen de ganancia, lo que hasta ese instante se desconocía. “Gracias a este trabajo pudimos descubrir que en tres de mis productos estrellas estaba cobrando mucho menos de lo que debía, por lo que de inmediato corregimos los valores, y aumentaron las ganancias”, añade la apicultora.
Con esta intervención, que se llevó a cabo en menos de un mes, se logró redefinir los precios de los productos para incrementar la utilidad, y se decidió quitar del mercado aquellos en que se evidenció que no eran rentables.
Actualmente la apícola produce miel en mediana escala, y comercializa una amplia gama de productos. Paralelamente, busca certificar su miel como “Orgánica”, para lo que ya trabaja en un plan a mediano plazo, que estima, le permitirá cumplir con las exigencias de alto estándar.