Una estructura criminal altamente organizada, con un líder sudamericano, un mando en Chile y soldados que seguían estrictas normas de disciplina, permitió a «Los Piratas» consolidarse como una de las células más letales del Tren de Aragua en Santiago. Especializados en secuestros extorsivos, homicidios, trata de personas y narcotráfico, la banda operaba con una jerarquía claramente definida, ejecutando sus crímenes bajo órdenes directas y mecanismos de control internos, donde la desobediencia podía pagarse con la muerte.
Según la extensa minuta de formalización del Ministerio Público, se detallan las acciones de 29 miembros de la organización, entre ellos Rafael Gámez Salas, alias «Turko», quien ejercía el mando directo de «Los Piratas» en Chile bajo la supervisión de Carlos Gómez Moreno, conocido como «Carlos Bobby». La investigación revela que las instrucciones se impartían a través de grupos de WhatsApp identificados con el emoji de una bandera pirata, donde se asignaban víctimas, se organizaban secuestros y se decidía el destino de quienes rompieran las reglas impuestas por la banda.
El Ministerio Público recopiló evidencias a través de declaraciones, peritajes balísticos y el rastreo de automóviles utilizados en los crímenes, además del acceso a comunicaciones internas del grupo. Estas pruebas vinculan a «Los Piratas» con el asesinato del exmilitar venezolano Ronald Ojeda y del teniente de Carabineros Emmanuel Sánchez, así como con una serie de secuestros extorsivos y homicidios dentro de su propia estructura como medida disciplinaria. Mientras la formalización de 16 acusados avanza, el gobierno ha destacado la detención de más de 300 personas ligadas al Tren de Aragua en Chile, asegurando que «se ha evitado esa expansión».