El 9 de mayo pasado el Papa Francisco a firmado El «Motu Proprio» llamado «Vos estis lux mundi» (Vosotros sois la luz del mundo) en el que se obliga a denunciar cualquier presunto abuso sexual o de poder por parte de un clérigo. Esta normativa no pretende interferir ni relativizar ninguna otra obligación de informar a las autoridades civiles competentes, sino establecer los procedimientos y plazos “obligatorios”, que se deberán dar ante una denuncia de este tipo al interior de la Iglesia.
La ley, es una de las propuestas concretas prometidas por el Papa para erradicar los abusos en la Iglesia, después de la reunión sobre el tema que se celebró en febrero pasado.
La firma de este documento nos lleva a la necesaria reflexión del porqué algo que se entiende de derecho natural como denunciar un abuso, delito, o acto impropio de un religioso, deba ser normado e instaurado instructivamente. La respuesta a esto es evidente desde el punto de vista del derecho: las normas naturales son distintas de las reglas de justicia convencional. Es decir, aquellas cosas que dicen relación con la naturaleza se transforman en un insumo irrenunciable a la hora de aplicar una norma, regla, o ley, sin embargo, a la luz de los hechos ocurridos, la proporción de ciertas normas que debiesen derivar de la naturaleza humana, tuvieron en la Iglesia una pobre consistencia a la hora de enfrentar algunos casos de abuso sexual que con el tiempo vieron la luz pública.
Las normas del derecho natural como no son de elaboración humana, se presentan independientemente del parecer que aplique normativamente la autoridad. En consecuencia, la falta de consideración, o atención de algunos miembros del clero frente al derecho natural en los casos de abuso, obliga la explicitación positiva de una norma legal que aplique la formulación que por sensus natural debió haber imperado.
La ley positiva pasa a ser mediación, como diría Tomás de Aquino, de la otra formulación y exigencia que viene por naturaleza, pues lo que en cada caso es necesario, no está determinado por esa naturaleza, sino que exige la intervención de la autoridad competente, como en este caso el Papa.
En definitiva, la exigencia que brota de esta normativa eclesiástica deriva en un llamado fundamental que podría recogerse y ampliarse a todas las sociedades que buscan un avance en estas materias, y quizá podría exigirse la misma obligatoriedad a la diversidad de instituciones que constituyen nuestra sociedad, incluso en medio de nuestras propias familias donde están la mayor cantidad de abusos en esta índole. En efecto, como advierte Raquel Raposo (psicóloga y secretaria de la Federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil (FAPMI) en España) respecto del escándalo de los abusos sexuales ocurridos en la Iglesia no se puede perder de vista que “hay más abusos en la familia, las escuelas y el deporte…”. Por esta última razón es que para avanzar realmente en este tema que nos avergüenza, se hace necesario que como sociedad acojamos caminos como el que en este caso ha tomado la Iglesia en manos de su autoridad.
Es en esta línea que se hace indispensable que la campaña “El Peor Abuso”, iniciativa gubernamental que busca evitar el abuso sexual en contra de los niños, “sensibilice y haga tomar conciencia a los familiares y quienes estén cerca de los niños, de la importancia de detectar y denunciar los abusos” como lo señaló el ministro Alfredo Moreno en el lanzamiento de la campaña.
He aquí un desafío que como sociedad y en derecho debiésemos atender, y de paso la normativa le podría hacer honor a su nombre: Ustedes son la luz del mundo.