Tras más de una década de tramitación en el Congreso, Chile finalmente despachó su nueva Ley de Adopción, cuyo principal objetivo es evitar que niños, niñas y adolescentes permanezcan años esperando una familia definitiva. Según explicó la ministra de Desarrollo Social, Javiera Toro, el derecho es de los niños a crecer en el entorno que mejor responde a sus necesidades, y no de los adultos a adoptar, razón por la cual se acortan los plazos para definir su futuro familiar.
Actualmente, el proceso puede durar entre 4 y 8 años, tiempo en el que los menores suelen vivir en residencias o familias de acogida, muchas veces atravesando múltiples procesos judiciales. Con la nueva normativa, la revinculación con la familia biológica seguirá siendo la primera opción, pero tendrá un plazo máximo de 12 a 18 meses, con audiencias periódicas cada tres meses, para evitar prolongar la incertidumbre de los menores.
Además, la ley introduce cambios significativos sobre quiénes pueden adoptar. Se eliminan reglas rígidas que priorizaban a matrimonios, permitiendo evaluar caso a caso cuál familia es más adecuada para cada niño o niña, incluso dando la posibilidad a familias de acogida de convertirse en adoptivas si cumplen los requisitos. Sin embargo, la elección de los hijos adoptivos no es libre: la asignación se realiza según un análisis técnico que cruza las necesidades de cada menor con las capacidades de las familias postulantes.