¿Afectan los campos electromagnéticos generados por las torres de alta tensión a las abejas? Es una pregunta persistente y muy comentada. Sin embargo, hay muy poca evidencia rigurosa que responda la interrogante. Pero, una investigación científica entre universidades dio cuenta del efecto de estas condiciones en la biodiversidad de plantas y en los insectos polinizadores, fundamentales para la vida en el planeta.
La investigación fue liderada por el académico y director del Instituto de Ciencias Biológicas de la Universidad de Talca, Marco Molina, y contó con el apoyo de la Universidad del Biobío y del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) de La Serena. Tras el trabajo experimental y de terreno se llevó a cabo el análisis enzimático y molecular en los laboratorios del Instituto, abriendo una nueva línea de investigación desarrollada por estudiantes de postgrado en la UTALCA.
La investigación se prolongó por 18 meses y nació de la observación del menor desarrollo de plantas y flores cercanas a las líneas de alta tensión. “Nos llamó la atención que en ciertas partes llegaban los insectos y no polinizaban, se arrancaban rápidamente. En cambio, la misma especie de planta era polinizada un par de metros más al lado. Entonces, empezamos a ver un patrón que precisamente bajo los cables conductores de electricidad la flora es más pequeña y hay menos. Hicimos un muestreo y pudimos ver que a medida que nos vamos alejando de ellos empieza aumentar la biodiversidad vegetal y la presencia de polinizadores”, manifestó Marco Molina.
Evaluada la biodiversidad a lo largo de las líneas eléctricas, y su efecto en los polinizadores, los investigadores midieron la radiación y concluyeron que su influencia es de 200 metros desde los cables de transmisión. “Cuando hay líneas de alta tensión, más o menos 200 metros hacia cada lado de la línea se genera un problema para las flores, a los insectos y para el servicio de polinización. Vimos que las más afectadas eran las abejas que presentaban un vuelo errático y se arrancaban rápidamente del radio”, señaló.
Recalentamiento
De acuerdo a la investigación, bajo los campos electromagnéticos las abejas intensifican sus factores de estrés medidos por aumento de la enzima Ornitina de Descarboxilasa y la proteína Heat Shock, las cuales se manifiestan en estos estados. Pero, lo más decidor es que sufren recalentamiento de su organismo por las ondas radioeléctricas.
Marco Molina explicó que “vimos que en las melíferas, cuando están bajo la influencia de las torres de alta tensión, las enzimas y proteínas se disparan a diferencia de las que están fuera de este halo o radio de influencia”.
Agregó que “existe un mineral llamado magnetita, que las abejas tienen en la zona del cerebro y en el espacio abdominal, y que cada vez que el insecto interactúa con un campo electromagnético aumenta la temperatura de este mineral. Por lo tanto, se empieza a recalentar su cuerpo. Por eso no aguanta el calor y se tiene que ir de ahí. Con ayuda de la Facultad de Física de la Universidad de Biobío simulamos las radiaciones electromagnéticas con un solenoide y metimos abejas dentro de este campo y la sacamos inmediatamente y medimos su actividad enzimática”.
Ello “nos corroboró que se genera un estrés tan grande en estos insectos que incluso algunos cayeron muertos en las pruebas”, apuntó.
Molina Montenegro advierte que “lo que concluimos es que el efecto de la enzima de estrés puede durar horas y puede ser que toda la colmena esté horas sin poder polinizar o la polinización será de menor calidad. Por ejemplo, las melíferas se desorientan, se pueden perder, se mueren y la calidad de la polinización, el rol funcional de la abeja, puede ser muy disminuida, con consecuencias negativas sobre la producción de alimentos”.
Pérdida de diversidad
“Los resultados sugieren que los campos electromagnéticos de toda esta infraestructura, de origen antrópico, generan un efecto negativo en el servicio de polinización y la producción de alimentos, pero también al ecosistema porque los insectos dejan de polinizar con mayor fuerza las especies nativas. Esto es una segunda línea de este trabajo donde demostramos que las flores más afectadas son las nativas porque después de un tiempo comienzan las plantas invasoras -que no necesariamente necesitan polinizadores- a desplazar a las nativas y como consecuencia vamos perdiendo diversidad”, subrayó Molina.
Investigación continúa
La preocupación sobre los efectos en la salud de las personas no es un fenómeno nuevo y se ha estudiado desde el siglo pasado. Sin embargo, aún no hay un consenso científico claro. Menores son las certezas relacionadas con los ecosistemas naturales, por ello la importancia de esta investigación y su especificidad.
En la Universidad de Talca se continuará con las investigaciones relacionadas con la flora y fauna. “Un estudiante de doctorado está retomando esta investigación. Se harán experimentos más detallados, se confeccionarán mapas y se detallarán los efectos de las interacciones. Estas investigaciones podrían llegar a sugerir, por ejemplo, rediseñar las líneas de alta tensión para que no pasen por la mitad de los campos productivos y así no interferir en la polinización de los mismos”, concluyó el investigador.