Un claro mensaje sobre la educación inclusiva y sus dilemas planteó el investigador español, Dr. Ignacio Calderón, en un webinar con el cual la nueva carrera de Pedagogía en Educación Diferencial de la Universidad Autónoma de Chile en Talca inició sus actividades 2021, evento al cual también se sumaron las promociones de la misma especialidad que la casa de estudios superiores imparte en su sede de Temuco, además de profesionales del área interesados en los conocimientos del destacado académico.
El Vicerrector de la institución de educación superior, Dr. Juan Tosso, destacó el inicio de actividades de esta nueva alternativa académica que la universidad sumó este año 2021, resaltando la importancia de los futuros profesionales en esta área.
“Nuestra responsabilidad es formar estudiantes en áreas que hoy requieren profesionales altamente calificados, con sentido social y con una mirada integral que aglutine conocimientos interdisciplinarios y también compromiso con el desarrollo local y nacional ”, indicó la autoridad.
Al respecto, la directora de la carrera de Pedagogía en Educación Diferencial, Claudia Carrasco, subrayó que la actividad es el punto de partida de un conjunto de instancias formativas destinadas a lograr el cumplimiento del sello diferenciador declarado en el perfil de egreso de los profesionales en formación de la especialidad en la Universidad Autónoma de Chile, que se distingue por formar docentes reflexivos, analíticos y autocríticos de su quehacer educativo.
“Desde la carrera se opta por abordar esta temática con la mirada de un especialista en inclusión, quien llamó a la reflexión develando aspectos poco visualizados en nuestro contexto nacional y regional, considerando la importancia de ellos al momento de crear una Escuela para Todos, siendo la base para el cambio de paradigma hacia una real Educación Inclusiva”, enfatizó.
En ese contexto, el relator, Dr. Ignacio Calderón, Doctor en Pedagogía por la Universidad de Málaga, puso de relevancia el tema de la educación inclusiva, señalando, en primer lugar, que ello no avanza ni en el ritmo ni en la profundidad que requiere la sociedad.
“Lo primero que planteó es que a pesar de que a menudo ponemos la mirada en lo que no están haciendo nuestras autoridades y gobernantes para conseguir que la escuela sea para todos y todas, ello no es suficiente para explicar el poco avance. En realidad, la escuela avanza poco en materia de inclusión por otras cuestiones que tienen que ver con nuestro compromiso, con las ideas que tenemos sobre la educación y la escuela, también con las emociones que provoca la situación actual y la posibilidad de transformar la escuela desde el punto de vista de que reconozca el valor de todas las personas, por último, diría que avanza poco también por nuestros propios intereses”, sostuvo Calderón.
DILEMAS
El investigador español planteó a la audiencia, a su juicio, cinco grandes dilemas de la educación inclusiva. Partiendo con una experiencia de investigación acerca de los niños y adolescentes más desfavorecidos y la asociación entre fracaso escolar, falta de recursos y delincuencia, Calderón dijo que un primer y profundo dilema tiene que ver con qué es la educación inclusiva.
“La educación inclusiva necesariamente tiene que ver con que la otra persona tiene que ganar algo con esto. Para mí la educación siempre tiene que estar mirando a los desequilibrios de poder que existen entre quien se supone van a educarse y quien está educando. La relación educador-educando tienen que ser necesariamente transformada. El dilema sobre qué es la educación inclusiva responde a una educación que trata de equilibrar los desequilibrios que son de poder”, sostuvo a propósito de quienes han estado permanentemente marginados de este espacio que es la educación y la escuela.
Asimismo, agregó como otros dilemas importantes los referentes al saber, la inclusión como presencia, de la persona frente a la cosa y del decir o escuchar. “La escuela se deja llevar por el conocimiento pretendidamente científico, académico y profesional que pone el acento en la etiqueta que distingue a esa persona y que de alguna manera la sitúa en un plano de inferioridad. El conocimiento y el saber de las familias (respecto de las personas con características diferentes) no es tomado en cuenta. Hoy seguimos en las universidades hablando de categorías, de distinción y diferenciación, de crear cajones donde meter a las personas para dar explicación a esas personas y sus vivencias, y aunque el lenguaje es políticamente correcto, debajo de las nuevas palabras sigue habiendo lo mismo, igual que debajo del concepto educación inclusiva podemos seguir pensando en educación especial. Además, parece que hoy se ha reducido la inclusión a que determinadas personas que antes no estaban, ahora están, pero ese estar no es más que una condición necesaria, y cuando hablamos de educación inclusiva necesariamente hablamos de presencia como condición, pero también de participación, de aprendizaje y de logro. Por otra parte, hay un saber diferente al saber profesional, ese de las categorías universales y generales y donde la persona tiene que amoldarse, que lo que hace es cuestionar eso; son dos saberes radicalmente diferentes, el saber de la categoría donde se tiene que amoldar la persona y el saber que se genera en contacto directo y emocional con la persona, que permite emerger sobre la categoría, y por eso es importante que consigamos atender a lo que tienen que decir los niños y niñas y sus familias porque solo ellos y ellas han dedicado el suficiente tiempo para conocerse y la tarea nuestra es conocerlos porque la anormalidad desaparece con el tiempo. Finalmente, cuando hablamos de educación inclusiva estamos hablando de un gran proyecto social y educativo, que es el proyecto de educarnos juntos y para eso necesitamos escuchar a las otras personas, y esa escucha del profesional tiene que ser profunda y aceptando a la contraparte, al contrapoder”, explicó.