Por Emmett Brown
La crisis por la que atraviesa la agricultura primaria es tan profunda, que hasta la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), habitualmente silente y negacionista de los problemas cuando no afectan a los grandes productores ni a los agroindustriales, se ha visto obligada a reaccionar.
Presionada, tal vez, por la movilización de los productores de trigo de las regiones del Maule, de La Araucanía y de Los Ríos, la SNA difundió una tibia declaración en la que intenta proponer algunas medidas para enfrentar la crisis, pero es incapaz de hacerse cargo de los problemas de fondo de esta. De nada sirve “solidarizar” si no es capaz de proponer soluciones concretas.
En su declaración, la SNA hace referencia a los rendimientos del trigo por hectárea, que según plantea no alcanzan para cubrir los costos. Alguien debería avisarle a Antonio Walker y sus asesores que el rendimiento no guarda relación absoluta con el precio. Si su diagnóstico de la situación es así de equivocado, es comprensible que sus propuestas no consideren ni de cerca el problema de fondo. El rendimiento depende de las habilidades de cada productor y de las condiciones ambientales de la zona en que siembra. El precio, que es el problema, depende del mercado y de las condiciones en que este opera, con o sin distorsiones, entre otras.
De manera equivocada, la SNA hace alusión a los costos de producción. Muchos caen en la misma tentación, pero tampoco está ahí el origen del problema. Si al productor le pagaran un precio formado en el mercado y no impuesto arbitrariamente por un poder comprador compuesto por pocos actores, de los costos no hablaría nadie ni serían un problema para los agricultores.
Entre las propuestas planteadas por la SNA para hacerse cargo de la crisis, aparece la implementación de un crédito cerealero por parte de BancoEstado, en condiciones preferenciales y con garantía estatal. Esto, más que una solución parece un salvavidas de plomo: ¿no se entiende que los productores están quebrados por los precios abusivos que les impone un poder comprador oligopsónico? Seguir endeudando a los agricultores es irresponsable y el gremio que dice representarlos debería entender que no podrán pagar los créditos. Esta propuesta más bien parece una forma de seguir traspasando dineros a los agroindustriales y resulta vergonzoso involucrar al BancoEstado, comprometiendo recursos de todos los chilenos.
La SNA no entiende o no quiere entender que, si el precio del trigo fuera determinado de manera transparente en el mercado, los agricultores serían sujetos de créditos tradicionales y no habría que inventar este tipo de fórmulas inútiles. El sistema financiero presta dinero a industrias sanas, cuyos actores califican para acceder al crédito, lo que ciertamente no es el caso de los productores primarios, como cerealeros, lecheros o viñateros. Ninguno califica y los ingeniosos de la SNA proponen endeudarlos más. Resulta incomprensible la falta de responsabilidad y de competencias técnicas de la organización gremial más antigua del país que, además, está encabezada por un ex ministro de agricultura.
Plantear una inyección de capital a COTRISA, como hace las Sociedad Nacional de Agricultura, es análogo al crédito cerealero: no es buena idea traspasar recursos públicos a una institución que eventualmente tendría que vender el trigo por debajo del costo de compra si es que los molineros imponen el precio. Habría que revisar el rol de COTRISA en un mercado distorsionado, pero ese análisis es para otra oportunidad.
Sobre la propuesta de estudiar un mecanismo para inhibir la importación de trigo durante la época de cosecha nacional, es cuestionable su eficacia, porque hay que considerar que, a diferencia de la uva, el trigo se puede almacenar y guardar por meses y años. Inhibir la importación durante 60 o 90 días, que es lo que dura el período de cosecha, no representa una solución de nada. Nuevamente, la SNA propone una medida intrascendente que no se hace cargo del problema que, insistimos, es el bajo precio impuesto en condiciones abusivas.
En cuanto a solicitar un análisis de aduanas y el SAG sobre la calidad y características del trigo importado, es irrelevante en esta crisis. Es algo que se hace y considerando la tecnología disponible ni siquiera es complejo. Proponer esto parece relleno y distrae la discusión del problema de fondo: el precio.
La SNA sugiere que ODEPA avance hacia una mejor y oportuna información que permitirá a los agricultores planificar y orientar sus decisiones de siembra. La transparencia en la información es importante por lo que los agricultores serios y las organizaciones que cuenten con técnicos capaces, deberían trabajar con ODEPA para publicar de forma oportuna los datos relevantes para la industria del trigo. En todo caso, del precio, nada.
Otra propuesta es que Agroseguros considere que los agricultores puedan tomar seguros paramétricos frente a los riesgos y desarrolle mecanismos para seguros de precios. Habría que explicarle a la SNA que esta materia no tiene ningún sentido. Se trata de una relación entre privados, que existe y debe desarrollarse en el ámbito que corresponde. ¿Qué tiene que ver esto con el problema que fundamenta la crisis? Nada.
En relación con la ronda de conversaciones que la SNA pretende tener con el fiscal nacional económico, con la industria molinera y con la industria del pan, con el fin de encontrar antecedentes que permitan establecer la existencia de distorsiones que afecten la libre competencia, tampoco es una medida que ataque el problema inmediato. Es una realidad que la Fiscalía Nacional Económica es un ‘perro sin dientes’ y muy difícil probar algún tipo de colusión. Además, comparecer ante el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia es un proceso eterno y reservado a una elite que cuente con recursos cuantiosos para litigar en el tribunal más caro del país. Una justicia inaccesible por sus costos no es justicia, por lo que los productores primarios seguirán en la indefensión.
Los molineros, a su vez, son parte del problema y jamás han demostrado intención alguna por buscar una solución y los panaderos no son actores directos en esta crisis que, no hay que confundirse, es generalizada y afecta a todos los sectores de la agricultura primaria. Otra medida inútil e innecesaria.
La SNA jamás referencia al núcleo del problema: los precios bajos impuestos a los productores por un poder comprador con evidentes características de oligopsonio, que favorece los abusos a la parte débil de la transacción, lo que se ve favorecido por un macabro sistema de determinación de precios. La solución es simple: basta con que se determine el precio a través de la paridad de importación. Pero a algunos les gusta la libre competencia cuando les conviene, no cuando las distorsiones los favorecen.
Lo que hay que hacer es simple: legislar para que el sistema no permita que se produzcan abusos hacia los productores y dejar de ‘sacar la vuelta’ buscando excusas y proponiendo soluciones ‘parche’ que no se hacen cargo del problema y sólo conducen a despilfarrar recursos del Estado y a seguir subsidiando a los industriales, ya que cada peso entregado los agricultores, en definitiva, termina en los bolsillos de quienes conforman el poder comprador. ¿Al consumidor final, le baja el precio del pan? Ya sabemos que no.
En este estado cosas, la SNA es parte del problema. Es raro que siempre llegue tarde a las discusiones, que sus diagnósticos siempre sean errados, que siempre parta de premisas equivocadas. Sus propuestas no tienen ningún fundamento técnico ni práctico y no se hace cargo de la crisis. En definitiva, la Sociedad Nacional de Agricultura no representa los intereses de los agricultores y no aporta nada, por lo que resulta imperioso que surja un nuevo gremio que agrupe a los productores nacionales, que de cuenta de la realidad actual del país y no de una sociedad anclada en el siglo 19, desconectada de la realidad y representada por una casta incumbente que rinde cuentas a los poderosos de siempre.