Cuando su hijo tenía once años de edad, los padres de Lucas Bastías debieron enfrentar un diagnóstico médico drástico y doloroso. Producto de los numerosos estatus convulsivos que presentaba y a su nula respuesta ante los medicamentos tradicionales, a Lucas Bastías lo desahuciaron.
Fue en ese momento que sus padres decidieron enfrentar sus prejuicios con el cannabis y probar su uso medicinal como última opción.
Jacqueline Fuentes, su madre, no quería ver a su hijo “volado”, pero era tanta la necesidad de ver un cambio y como ya había probado con todo, pensó que el cannabis medicinal era su última esperanza. Hoy, dos años después de que desahuciaran a su hijo, Jacqueline considera al cannabis como el milagro que le salvó la vida a su hijo.
Con apenas cuatro meses de edad Lucas presentó sus primeras convulsiones. Debido a ello sus padres lo llevaron a la urgencia del Hospital San Borja, en donde los médicos que lo atendieron por primera vez no sólo le dijeron que no tenía nada, sino que increparon a Jacqueline catalogándola de “exagerada”.
Tiempo después Lucas fue diagnosticado con una esclerosis tuberosa y comenzó un tratamiento con medicamentos tradicionales durante la siguiente década.
“Desde ahí hasta hace dos años, Luquitas nunca paró de convulsionar, pero gracias al cannabis mi hijo puede pasar varios días sin crisis o con solo una”, relata Jacqueline.
En su tratamiento farmacológico tradicional Lucas llegó a consumir hasta cinco anticonvulsivos diarios y probó todos los tratamientos disponibles: de curas con ACTH y dietas cetogénicas a “probar casi todos los anticonvulsivos existentes sin ningún resultado”, relata su madre.
Después de más de una década con esos tratamientos, señala Jacqueline, su hijo presenta un gran daño neurológico que lo equipara a un niño de dos años producto de las constantes convulsiones y los efectos secundarios que dejaron esos medicamentos.
Es así como como ella misma resalta que “sólo el cannabis le ha aliviado la calidad de vida”.
Mientras los doctores desahuciaban a Lucas hace un par de años, su madre vio un reportaje emitido por Canal 13 que informó sobre los beneficios del cannabis medicinal. Entonces Jacqueline se acercó a Fundación Daya gracias a una amiga que le dio el contacto de Ana María Gazmuri, directora ejecutiva de la organización.
De esta manera comienza a tratar a Lucas con medicina cannábica, mostrando resultados inmediatos.
“Lucas durmió durante una semana, despertando sólo para comer. Después de esta semana mi hijo despertó, comenzó a reaccionar a estar más conectado y su cara cambió, a la semana de haberle administrado cannabis”, recuerda la mujer.
Posteriormente Jacqueline se acercó a las agrupaciones Mamá Cultiva y Mama West, en donde conoció a Andrea Acevedo, su fundadora.
“Comencé a darle hojas de cannabis con leche a Luquitas y sus crisis comenzaron a bajar. Me metí en el mundo cannábico porque quería comenzar a cultivar y así comenzó mi activismo”.
De esa manera Jacqueline creó la agrupación “Gotitas de Vida” que reúne a diversos padres que tratan con cannabis medicinal a sus hijos e hijas para una multiplicidad de severas patologías.
Si bien Lucas aún no logra comunicarse a través del lenguaje oral, luego de su tratamiento cannábico el niño comenzó a emitir ruidos para comunicarse: grita, aplaude, se ríe y se conecta con la gente.
“Cuando conoce a alguien reacciona, antes no . En el colegio pinta, hace actividades manuales o juega. Nuestra calidad de vida cambió enormemente, porque nosotros giramos en torno a Lucas. Además es un niño muy regalón, hemos tratado de darle una vida lo más normal posible, como familia vamos a todos lados con él”, enfatizó la madre..
Frente a quienes aún dudan de las propiedades medicinales del cannabis, Jacqueline señala que “he ido dando testimonio de lo que he visto en mi hijo y generalmente les digo a las personas que no tengan miedo, porque es una medicina que le hace bien a los niños con epilepsia”.
A dos años del inicio de su tratamiento con cannabis, el último electroencefalograma de Lucas arrojó resultados muy positivos; hoy muestra pocas descargas eléctricas. De hecho al niño normalmente le debían inducir el sueño con medicamentos para someterse al examen y en esta última oportunidad el pequeño durmió espontáneamente.