Quizás una de las satisfacciones más importantes para padres y madres es poder atestiguar el desarrollo de sus hijos o hijas. Ver cómo los simples gestos pasan a balbuceos, hasta que luego comienzan a pronunciar sus primeras palabras y la forma de comunicarse literalmente se transforma. En este proceso, que algunos menores inician de forma temprana mientras que en otros puede ser más tardío, las familias juegan un rol fundamental que marcará una gran diferencia en su futuro.
“Los primeros 4 años son una base, por lo tanto, un primer peldaño sobre el cual después vamos a tener el desarrollo de las personas”, afirmó la psicóloga y académica de la Facultad de Psicología de la Universidad de Talca (UTALCA), Rosario Spencer.
“Desde ahí -en términos de las distintas áreas del desarrollo cognitivo, emocional, social y físico-, es muy importante que se provea a los niños de contenidos que potencien ese desarrollo, no sólo porque es importante para el niño en sí, sino por todo lo que nosotros estamos invirtiendo y previniendo en futuros problemas de salud, al darle la importancia que tienen estos primeros 4 a 5 años”, remarcó la profesional.
LOS ESTÍMULOS
La especialista subrayó que diversos estudios avalan la importancia de comenzar a estimular al niño o niña desde el momento de su nacimiento, siendo el primer paso en esa dirección el abrazo de la madre que genera un vínculo de apego sobre el cual se debe empezar un trabajo periódico y de calidad que le ayude a alcanzar un ritmo adecuado en el proceso de adquisición de distintas funciones cerebrales.
Para graficar el impacto que esta variable tiene en los menores, Spencer señaló que seguimientos realizados por investigadores a un mismo grupo de personas expuestas a distintos niveles de estímulos mostraron considerables diferencias.
“Los distintos aspectos del desarrollo temprano tienen relación y son determinantes en lo que es la infancia, la edad escolar, la adolescencia o la adultez. Desde ahí entonces, por ejemplo, aspectos como el vínculo de apego, que se elabora principalmente en el primer año de edad, se relaciona con la personalidad de la vida adulta o con conductas de riesgo que puedan aparecer en la edad madura”, comentó.
Rosario Spencer añadió que, si bien generalmente se asocia el papel de cuidadora a la madre, desde hace tiempo eso no es necesariamente así, pudiendo asumir este rol el padre, familiares directos o personas con las cuales pese a no mantener un lazo sanguíneo directo con el infante, logran establecer con éste un vínculo permanente y estable de cuidado y apoyo. “Para que un adulto sea una figura significativa para un niño tiene que ser un adulto con el que el niño comparta cotidianamente”, explicó.
“Un niño/a necesita cuidadores sensibles, que sean capaces de ver las necesidades del pequeño/a, ver los comportamientos, decodificar las reacciones de éste, siempre va a necesitar que lo cuiden, lo protejan, le den seguridad”, añadió.
Tal es la importancia que se reconoce a la estimulación temprana, que en el año 2006 se creó en el país el programa “Chile Crece Contigo (ChCC)”, dirigido a acompañar, proteger y apoyar de forma integral el desarrollo de niños y niñas hasta los 4 años que se atienden en el sistema público de salud, con especial énfasis en aquellos que se encuentran en una situación de vulnerabilidad mayor.
“En este período se debe entregar herramientas que les permita desplegar su máximo potencial de desarrollo de manera integral con especial atención en las áreas motora, cognitiva y social. Dichas habilidades facilitarán el crecimiento, la autonomía y desarrollo del pensamiento en los niños/a”, explicó la educadora diferencial y asesora del programa en el Maule, Cinthya Jaque.
“De esta manera, a un mismo niño o niña se le estará brindando apoyo simultáneo en las distintas áreas que se conjugan en su desarrollo: salud, educación, condiciones familiares, condiciones de su barrio y comunidad, entre otros. Esto es lo que se llama integralidad de la protección social”, agregó la profesional.